03 octubre, 2008

El cartero y la carta


La parca puede venir cualquier día disfrazada de cartero,
se transporta en el aire de la incertidumbre certera.
Te avisa de repente...se acerca a tu buzón sigilósamente,
echa la carta con destinatario de un cualquiera...
Eso no importa demasiado, ni aquí ni allí.


Abres el buzón de la sorpresa y te sorprende,
estando solo, tú y la carta...
enfrentados en un duelo del destino fugaz
que cualquiera de nosotros tiene,
maquilla el tiempo y lo endulza de vez en cuando,
nutre sus segundos de letras bonitas
y siempre utiliza puntos suspensivos
hasta que llega la última frase,
la cual no queremos leer nunca, porque todos
sabemos lo que dice, palabras prohibidas
que se leen una vez en la vida.


Te levantas por la mañana con los rayos todavía de las farolas,
te escaqueas a poco de ir al buzón, te distraes
y niegas la evidencia y obviando lo natural.
A veces da que pensar...pensar en el cambio de las mareas,
observas la ligereza del aire que respiras,
sientes el suelo con gravedad metálica y áurea
y escuchas el sonido con el pabellón de la caracola de mar,
ese mar tan intenso, grande, brutal, incipiente, con mensaje,
con esencia de cartero. Ese cartero que te empuja a nadar
por las aceras, esa carta que evitas salpicar con un charco
para que no puedan echarte la culpa y así no encontrarte con ella.


Siempre sabes que existe esa carta, pero se olvida.
Te crees que no te va a venir nunca porque no te conoce,
cualquier día puede llegarte con la comida encima de la mesa.
Te puede dejar fría la sentencia de vivir, usa la fuerza de las palabras
que son más que palabras. Esas palabras sin norma. Sin leyes.


En este momento he recordado lo que era esa carta.
Espero no verla en mucho tiempo, la vi una vez de lejos y hoy un poco más de cerca,
por curiosear un buzón...
Esa carta está sellada con saliva de ausencia y se abre muy fácilmente,
casi sin querer...con el mismo sello para todo el planeta
y el código postal innombrable de un lugar extraño e implacable.


Prometo cuando vea a un cartero, echarlo del buzón a patadas.
Ni siquiera le invitaré a una cerveza.
Prometo vivir sin obviar la carta que algún día llegará,
hasta entonces...respirar, correr, reir, tentar...miles de verbos elegantes.
Peligro de vida, por eso hay que vivirla. Hay demasiado en juego como para no jugar.
Jugar hasta ganarle al cartero con un repóker intratable,
sin que pueda dar lugar a trampas ni abrecartas tempraneros y expresses,
que no son bienvenidos. El cartero, la carta y el abrecartas se pueden quedar en su casa,
esa casa que está al lado de la nuestra, siendo el vecino oculto que aparece
en el momento que le viene en gana para llamar a tu puerta y
pedirte un poquito de sal...por lo que hay que darle un pocazo de pimienta.